Diáfano y celeste

A veces toca esperar un año o el tiempo que los bueyes tardan en llevar su cargamento al otro lado del valle y más allá del desierto de esperanzas, es decir el tiempo necesario para que las montañas se licuen y formen una masa que pueda unir ideas antagónicas. Mientras tanto, las golondrinas seguiirán revoloteando y cruzando el aire, formando tajos multiformes en el manto diáfano y celeste. Puede ser que destellos naranjas obnubilen al curioso, como latigazos de fuego azul, pero ello no debería impedir observar el paso del tiempo. ¿Acaso alguien se ha detenido a contar las partículas que forman las ilusiones? Sería asombroso encontrar un número finito o un número huérfano. Todo aquello que toma cuerpo desaparece y sólo lo tácito es imperecedero. No importa cuantas veces sumes la nada, siempre te dará el mismo resultado. Y no importa tampoco cuantos dardos lances al vacío, éstos siempre terminarán cayendo al suelo. Así lo entienden quienes tienen la vista ajustada y la mente limpia.

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